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Hoy te presento a Marta...

Una historia corriente...

*Marta acaba de cumplir 42 años y acude a verme porque dice que está pasando por una mala racha. No se encuentra bien. Dice que es como si ya no fuera la misma. Que se siente desconectada, como si no pudiera sentirse “viva”. Muchas veces se nota deprimida y sin ganas de nada. Está desmotivada y sin expectativas para el futuro. Vive con la sensación de que tiene que haber otra manera mejor de vivir su vida. Pero no sabe cómo hacerlo. Siente que no puede cambiar las cosas.

Tiene un trabajo que le gusta, una relación de pareja desde hace 8 años que considera buena y una familia con la que se lleva bien. No ve mucho a sus amigas porque viven en otras ciudades, pero suelen estar en contacto con ellas a través de redes sociales.

Ha engordado unos cinco kilos este último año y se siente envejecida. Le avergüenza su tripa y no siente cómoda con ella. Dice que siente que la juventud se le ha escapado y eso le hace sentirse deprimida. No se gusta y no se siente atractiva.

Me comenta que la espalda le duele con mucha frecuencia y que también sufre de dolores de cabeza. Antes solía ir a correr tres veces a la semana, pero ahora no hace casi nada de ejercicio porque le cuesta ser disciplinada.

Marta comenzó un proceso de conexión con su cuerpo y tras varias sesiones, fue ella misma la que descubrió, qué debía hacer con su vida para sentirse mejor.

A través de nuestros encuentros, Marta fue aprendiendo a tomar contacto con sus sensaciones físicas y dejó de tener miedo a sentirse. Descubrió que no sabía relajarse y que estaba tensa la mayor parte del día. Que detrás del dolor de su espalda, había mucha rabia contenida. Una rabia que se originó en su niñez y que nunca pudo expresar. Sus padres nunca se mostraron satisfechos con ella; «que si tenía que estudiar más, tenía que vestirse correctamente, debía comportarse como una señorita, no protestar ni mostrarse débil… » Y sin ser consciente de ello, había interiorizado la idea de no sentirse válida. Pero su cuerpo si que era consciente de esta rabia contenida deseosa de ser procesada y le enviaba mensajes en forma de tensión muscular. A través de la escucha de su cuerpo, Marta pudo empezar a transformar la situación en la que se encontraba. Aprendió a relajarse, a estirarse y disfrutar de su cuerpo. Empezó a mimarse y a quererse (incluso a su tripa, que al poco tiempo comenzó a desinflarse). Introdujo la meditación en su vida como la práctica que le permitía conectar consigo misma. Y cada vez que se veía pensando que “nunca sería lo suficientemente buena”, no se identificaba con ese pensamiento y  aprovechaba para darse mucho amor, porque era justo en esos momentos cuando más lo necesitaba.

Aumentar nuestra conciencia corporal nos permite conectar con aspectos de nosotros de los que no somos conscientes. En muchas ocasiones necesitamos que otra persona nos los enseñe, porque en soledad no somos capaces de sacarlos a la luz. Es por este motivo por el que la ayuda de alguien que pueda guiarte, se hace imprescindible.

*El nombre y la foto de «Marta» no son reales y la historia se publica con la autorización de su protagonista.

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